Presentado frecuentemente en los medios españoles como “el filósofo de Francia”, articula siempre posturas promovidas por el establishment político francés, rodeado siempre de grandes cajas de resonancia que explican su gran visibilidad mediática.
La última gran hazaña de este señor fue su liderazgo que El País definió como moral para que la OTAN interviniera en Libia para deponer al coronel Gadafi basándose en una interpretación tergiversada y manipulada de la famosa Resolución 1973 de Naciones Unidas del 17 de marzo de 2011, que no permitía dicha intervención. Esta intervención se justificó por el supuesto apoyo de los Estados intervencionistas por vía militar que incluyó desde bombardeos que afectaron a poblaciones civiles, hasta la transferencia de armas para deponer a un dictador y sustituirlo por fuerzas democráticas que deseaban instaurar una democracia. Considerando la enorme evidencia que existe mostrando el apoyo de tales Estados (EEUU y Francia incluidos) a dictaduras casi medievales en la misma región, esta justificación carecía de credibilidad. Pero ello no inhibió ni frenó al filósofo de Francia en la utilización de dicha justificación. Y lo que es notorio es que repitió constantemente tal justificación con toda seriedad y contundencia, apelando a la moralidad democrática que según él debe caracterizar el comportamiento de las naciones civilizadas.
Pero analizaremos ahora lo que ocurre en Libia. Cualquier observador mínimamente objetivo debe concluir que Libia no es, en absoluto, una democracia, y que la situación actual es un desastre, con unos conflictos entre distintas facciones, entre las cuales están fuerzas de Al Qaeda, que se ha convertido en una de las fuerzas determinantes de los quehaceres de aquel país. Bandas armadas, sin ningún tipo de control democrático, gobiernan los distintos territorios, con asesinatos políticos y con una represión brutal hacia las voces y manifestaciones en contra de la dictadura de esas milicias armadas. Solo en un día (15 de noviembre) 31 personas fueron asesinadas y 235 heridas en una represión contra una manifestación en la ciudad de Trípoli que protestaba contra este régimen de taifas controlado por bandas armadas que atemorizan a la población a fin de defender sus propios intereses.
Y mientras todo esto está ocurriendo, el gran filósofo de Francia (y de El País) permanece callado. En realidad, y tal como señala Ramzy Baroud, lo más parecido a este filósofo son los intelectuales neocons de EEUU, que siempre alientan y exigen intervenciones militares “para defender la democracia”, detrás de cuyo noble objetivo hay intereses financieros y energéticos muy concretos que pronto aparecen, mostrándose como lo que son. Lo cual no inhibe a estos intelectuales a continuar moralizando sobre el deber de los países democráticos de ayudar a las fuerzas democráticas alrededor del mundo, cuando la realidad es precisamente lo contrario de lo que predican. Los mal llamados “gobiernos democráticos” han sido históricamente, y continúan siéndolo, los mayores soportes de los regímenes más dictatoriales existentes en el mundo.
La incoherencia de tales intelectuales, incluyendo “el filósofo de Francia” aparece con toda su crudeza no solo en el caso de Libia, sino también en el caso de Israel. BHL es un gran admirador de las fuerzas armadas de Israel, a las que clasifica como las más morales y democráticas existentes hoy en el mundo, apoyando siempre sus intervenciones militares. Es extraordinario que estas declaraciones se hicieran después de una de las intervenciones militares mas sangrientas e inmorales (de las muchas que han hecho tales fuerzas armadas) en la zona de Gaza en los años 2008-2009 y 2012. La ceguera moral e incoherencia intelectual de Bernard-Henri Lévy no tiene límites, lo cual no es obstáculo para que BHL aparezca, una vez más en El País, moralizando sobre la necesidad de intervenir militarmente en algún lugar del mundo árabe para “defender la democracia”.
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