..Una vez más..los perros judíos metidos en todas las mierdas habidas y por haber...

domingo, 13 de julio de 2014

Moshé Yaalon: el judío depredador

 

Este personaje ominoso es ahora el nuevo encargado de la defensa del Estado Terrorista de Israel en el gobierno de criminal de guerra Benjamín Netanyahu. Moshé Yaalon encarna el rencor a ultranza en contra de la población de Palestina, es la estampa viva del judío depredador. Esgrime, por supuesto, el dogma de los territorios bíblicos que Jehová dio a perpetuidad a su pueblo elegido no obstante su inmoralidad recurrente castigada una y otra vez por su colérico Benefactor invisible. Con esto se justifica la ocupación ilegal de Cisjordania y todas las vejaciones que tal cosa conlleva en menoscabo de sus genuinos dueños, víctimas del despojo cínico de Israel merced a una aplastante superioridad de armamento. Moshé Yaalon se opuso incluso tajantemente a la evacuación de colonos judíos en Gaza.

El problema de esta arrogancia imperialista es que Jehová es una fantasía sacerdotal, una nada a la que se dirigen rezos utilizada con fines políticos, fruto del inveterado delirio expansionista judío. Jehová no está en condiciones de mandar plaga alguna, manifestarse en zarzas ardientes ni cincelar decálogos en piedra en el Monte Horeb a un Moshé (Moisés) muy anterior a Yaalon, esos efectos especiales no sirven ya ni para película en Hollywood con actores al estilo Charlton Heston, matarían de tedio al espectador. La Torah es un cúmulo de historias de muerte y afán sanguinario en contra del otro, del que no se circuncida ni se rige por lo que haya de ser kosher. ¿Quién en su sano juicio podría encontrar sacralidad en semejantes crónicas pesadillescas? Jehová tiene hoy por fisonomía única la maquinaria de devastadora tecnología de guerra que los Estados Unidos otorgan al pueblo elegido, atendiendo a que su seguridad es sacrosanta y por ende inimpugnable.

Moshé Yaalon constituye el verdadero rostro del Estado Judío de Israel, en su actitud se plasma el racismo y el desprecio a la humanidad entera que hay en la médula de este pueblo belicista y usurpador. Para Moshé Yaalon, los árabes palestinos son un mal cancerígeno, un riesgo infeccioso a la pureza milenaria judía. Aquí no hay otra ley que la que brota de la masturbación mental rabínica. El ateísmo sionista ha sabido valerse bien de estas patrañas para obtener pingües financiamientos del fanatismo puritano estadounidense y sectas cristianas como las del predicador tejano John Hagee hijo dilecto de AIPAC y el Mossad.

Moshé Yaalon vástago de un obrero inmigrante ucraniano afirma que a Irán debe sancionarlo económicamente la ONU por su política nuclear y que Israel ha de reservarse el derecho de una ofensiva militar contra dicho país. El problema es que Israel nunca ha mostrado un ápice de respeto por el sinnúmero de resoluciones de ese organismo en contra de su ilegal expansión militarista en suelo árabe palestino, ¿cómo entonces exigir la autoridad de quien no se respeta para imponer penalizaciones a un tercero? En cuanto al aserto de reservarse Israel el derecho de una ofensiva militar contra Irán, denota la altanería judía acostumbrada en estos casos, dándose por un hecho que los efectos de una acción tal serán devastadores y concluirán en el exterminio del enemigo.

La comisión King-Crane propuesta por el presidente Wilson en 1919 –en el contexto del Tratado de Versalles para reconfigurar al mundo después de la caída del Imperio Otomano-, concluyó que la única posibilidad de sobrevivencia de un estado judío en Palestina sería sustentarlo en su poderío militar. De no ser así, el repudio árabe a tal estructura la hostilizaría hasta desmantelarla por completo. Historiadores israelíes contemporáneos como Benni Morris e Illan Pappé han documentado que la idea toral del sionismo terminó traduciéndose al paso del tiempo en una política de limpieza étnica y expulsión de las poblaciones árabes de Palestina para convertir sus aldeas y ciudades en asentamientos judíos, sin abandonar jamás un discurso vacuo de “coexistencia pacífica”, ni de esgrimir la prerrogativa de defensa discrecional como argumento último.

Entonces hay racismo bueno y racismo perverso, siendo el primero el que permite a Israel desalojar a los pueblos que según los textos bíblicos son abominación a los ojos de Jehová. Entonces Israel tiene derecho a exigir sosiego a los árabes palestinos cuya tierra está ilegalmente ocupada, y a castigar con creces a esa nación tan fragmentada y dividida cuando su gente -acicateada por la desesperación y la rabia- lanza obuses hacia demarcaciones judías. Entonces Israel tiene derecho a imponerle al planeta la celebración luctuosa del Día del Holocausto, y a considerar como difamación y “antisemitismo” toda protesta contra su política criminal en Palestina.

Moshé Yaalon es tributario de esta lógica y los dogmas que en la misma se enarbolan. Empero, ¿qué tanto le durará a Israel el Jehová punitivo que se nutre de financiamiento gubernamental estadounidense y fanatismo cristiano anglosajón? ¿Acaso décadas o un siglo? Lo que es indudable es que si esta hegemonía militar sostenida desde Washington con cargo al erario llega a fracturarse por algún golpe de timón histórico, la venganza contra lo que hoy representa de nocivo Israel para la geopolítica de la región será implacable. En el fondo todo es un asunto de tiempo y a pesar del doblegamiento de la comunidad internacional a las atrocidades judías, como dice el refrán “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se venza”, y en el devenir histórico tarde o temprano los crímenes contra los que un poder dictatorial tiene por indefensos terminan pagándose, porque no hay indefensión ni conciencia sumisa eternas. Y esto no tiene nada que ver con disparates proféticos, sino con la decadencia inevitable de todo imperio y sociedad. Nunca se sabe cuándo el sometido de hoy será quien desmiembre mañana a sus verdugos. Moshé Yaalon es el peor rostro que Israel puede ofrecerle al mundo, es un rostro de intimidación y de segregación de todo lo que no sea judío. Tiempo al tiempo.

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